Productividad Personal
El Poder de los Hábitos
AUTOR: Francisco Sáez"Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, por lo tanto, no es un acto, sino un hábito." ~ Aristóteles
Hace algún tiempo escuché un podcast muy interesante en el que David Allen, autor de “Getting Things Done”, entrevista a Charles Duhigg, autor de El Poder de Los Hábitos, tratando de profundizar en la intersección que existe entre la gestión de hábitos y la productividad personal.
El libro de Duhigg es francamente recomendable. Explica qué ha descubierto la ciencia acerca de los hábitos: por qué y cómo se forman y, más interesante todavía, cómo se pueden crear nuevos hábitos que nos ayuden a vivir mejor o cambiar aquéllos que nos perjudican. Y no solo a nivel individual, sino también a nivel de organizaciones y sociedades.
¿No te parece interesante? Pues te abriré un poco el apetito…
Cómo funcionan los hábitos
Los hábitos son simples elecciones que hacemos en determinados momentos. Después dejamos de pensar en ellas, aunque continuamos haciendo frecuentemente lo que una vez decidimos. Curiosamente, a veces no somos capaces de recordar el razonamiento que nos llevó a tomar la decisión que generó el hábito.
Esas pequeñas elecciones no parecen importantes en sí mismas, pero el conjunto de todas ellas determinan, con el tiempo, cómo comes, cómo hablas con tus hijos, cómo gestionas tus ahorros, cómo organizas tu trabajo, si haces ejercicio o no, etc. Un infinidad de pequeños detalles que ejercen un gran impacto en todos los aspectos de tu vida, desde tu salud hasta tus relaciones, pasando por tu productividad.
Según los científicos, los hábitos aparecen porque nuestro cerebro está siempre buscando formas de ahorrar esfuerzos. Cuando haces algo rutinario, el cerebro no toma decisiones, se relaja y descansa. Esto es bueno porque nos despreocupamos de comportamientos básicos, como lavarse los dientes. Pero es malo cuando se trata de un hábito que no queremos: como el cerebro se desconecta, a menos que luches conscientemente contra el hábito, éste se seguirá produciendo automáticamente una y otra vez.
Según numerosos estudios neurológicos y psicológicos, los hábitos se pueden cambiar. Si eres capaz de entender cómo funcionan, podrás actuar sobre ellos con más posibilidades de éxito. Y funcionan en ciclos de tres pasos:
- Primero se produce una señal, un detonante que avisa a tu cerebro para que seleccione el hábito correspondiente y se ponga en modo automático
- Después se desarrolla una rutina, que puede ser física, mental o emocional.
- Al final hay una recompensa, que ayuda a tu cerebro a recordar ese comportamiento para el futuro.
Cómo crear un nuevo hábito
Para crear un hábito nuevo tienes que encontrar primero una señal de activación simple y, después, definir con claridad la recompensa. Por ejemplo, ponerte unas zapatillas de deporte en el mismo momento de llegar a tu casa después de trabajar, puede servir para crear el hábito de salir a correr. La recompensa podría ser la propia satisfacción que produce hacer ejercicio, o tomarte después una cerveza mientras ves un programa de televisión que te guste.
Normalmente, crear una señal y definir la recompensa no es suficiente. Si no, sería bastante sencillo hacer ejercicio, comer sano y organizarte productivamente. Lo que refuerza que el ciclo señal-rutina-recompensa se repita lo suficiente, es que exista un fuerte deseo de que llegue la recompensa. A veces, el hecho de asociar una señal a una recompensa hace que el deseo se vaya creando de manera inconsciente. Pero otras veces tendrás que averiguar la manera de despertar ese deseo.
Cómo cambiar un hábito
Los hábitos nunca desaparecen. Esto es bueno, porque te acordarás de montar en bicicleta aunque haga 10 años que no montas. Y es malo, porque seguirás recordando el placer que te daba fumar aunque haga 10 años que no fumas. El problema es que el cerebro asimila hábitos, pero no sabe distinguir cuáles son buenos y cuáles son malos.
No se puede erradicar un hábito, pero se puede cambiar. Y la regla para cambiarlo es sencilla: manteniendo la misma señal y la misma recompensa, sustituye una rutina por otra. Si eres consciente de cómo funciona tu hábito, e identificas la señal que lo genera y la recompensa que buscas, puedes cambiar la rutina.
Dicen que Alcohólicos Anónimos funciona bastante bien, a pesar de no seguir ningún tratamiento rigurosamente científico, porque se basa en cambiar hábitos (y eso que el alcoholismo es más que un hábito, una adicción). Fuerza a los asistentes a encontrar las señales que les hacen beber (ansiedad, tristeza…), reconocerlas y buscar obtener la misma recompensa emocional de otra manera: reuniones, compañerismo, tener alguien con quien desahogarse, etc.
Según los estudios analizados por Duhigg, el último ingrediente que convierte un hábito modificado en un comportamiento permanente es creer que va a funcionar. El escepticismo es un mal compañero de juego aquí. Y para creer, es muy importante la ayuda de personas—grupos y comunidades—que ya han pasado por ahí.
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