Mi Propósito de Año Nuevo

No soy nada aficionado a los típicos buenos propósitos de año nuevo. Por dos razones. Primero, porque los buenos propósitos no funcionan. Suelen ser más bien deseos o sueños sin ninguna fecha objetivo. Se suelen definir de una manera tan genérica (“disfrutar más de la vida”, “aprender algo nuevo”) que no implican ninguna acción concreta que debas realizar para hacerlos realidad. Y eso es como querer que te toque la lotería sin comprar ningún boleto. Sabes que no va a ocurrir.

Y en segundo lugar, porque, incluso si los propósitos están bien definidos—no como deseos, sino como objetivos alcanzables—, no tienen por qué tener nada que ver con el año natural. Debes establecer metas cuando quieres conseguir cosas, sea la época del año que sea. Además, el tiempo que tardes en alcanzarlas puede variar. Puedes tardar un mes o dos años, dependiendo de lo grande o pequeño que sea el objetivo, del tiempo que puedas dedicarle y de lo efectivo que seas.

Sin embargo, para este año sí tengo un propósito, si quieres llamarlo así. Quiero mejorar una habilidad que es fundamental para la mayoría de las cosas a las que me enfrento cada día, desde desempeñar tareas con efectividad hasta mantener unas relaciones interpersonales saludables: Mi atención.

En realidad, es algo que me estoy planteando seriamente mientras leo el libro Focus, de Daniel Goleman (lo empecé hace un par de días). Creo que soy bastante bueno en mantener la atención en lo que estoy haciendo, pero las primeras páginas de este libro me han hecho ver lo importante que es desarrollar esta habilidad al máximo en los días que vivimos.

Según Goleman, el vínculo entre atención y excelencia se halla detrás de casi todos nuestros logros. No sólo necesitamos la atención para comprender, aprender o recordar, sino que la necesitamos para poder leer las emociones ajenas, generar empatía y construir buenas relaciones. Se trata de un activo que, pese a ser poco reconocido y menospreciado, tiene una gran relevancia en cómo nos enfrentamos a la vida.

Y es algo que se está perdiendo. La tecnología, con todo lo bueno que tiene, está consiguiendo que cada vez seamos más incapaces de prestar atención a algo durante un cierto tiempo. Sentimos tal necesidad de consultar nuestro correo electrónico y el estado de nuestros conocidos en las redes sociales cada pocos minutos, que ya no somos capaces de disfrutar de un libro, una película, un concierto o una cena. Todos vemos gente que queda para tomar una cerveza y no conversan entre sí, aunque sí con otros que no están presentes, a través del móvil. Los adolescentes de hoy están tan acostumbrados a comunicarse por chats, que llegan a ser terriblemente torpes identificando emociones a través de los gestos no verbales.

Todo esto me preocupa bastante, así que (1) yo no voy a ser así, y (2) voy a animar a todo el mundo a que no lo sea. ¿Cómo voy a tratar este propósito? Bueno, la atención se desarrolla a medida que se ejercita, así que me aseguraré de que la utilizo todos los días. Estableceré la rutina de revisar cada día si estoy prestando una total atención a lo que hago. Definiré una checklist diaria para asegurarme de que:

• No interrumpo una conversación real con una persona que está presente, para responder una mensaje que acabo de recibir.
• Y si la otra persona lo hace, le dejaré muy claro el mensaje que me está transmitiendo: “No estoy interesado en lo que sucede aquí y ahora”.
• Utilizo la técnica Pomodoro más a menudo en mi trabajo, ya que me resulta muy efectiva contra las distracciones.
• Sigo estos 10 consejos para mantener la concentración.

Todo esto puedes lograrlo fácilmente si utilizas un sistema de gestión personal como GTD. ¿No conoces la metodología GTD? Aprovecha esta oferta para aprender GTD en 6 meses y practicar con FacileThings a un precio ridículo. 😉