Productividad Personal
Entendiendo la procrastinación
AUTOR: Francisco Sáez"Tú te puedes demorar, pero el tiempo no lo hará, y el tiempo perdido nunca se vuelve a encontrar." ~ Benjamin Franklin
Si bien la palabra procrastinar parece un anglicismo importado, lo cierto es que procede del latín (pro-, diferir, crastinus, el día siguiente) y está recogida en el diccionario de la Real Academia Española como sinónimo de diferir, aplazar.
El fenómeno de la procrastinación empezó a ser estudiado por filósofos, psicólogos y economistas a partir de que George Akerlof escribiera en 1991 un ensayo titulado “Procrastination and Obedience” (procrastinación y obediencia). A través de su propia experiencia—estuvo varios meses meses retrasando cada día, de forma incomprensible, una tarea que tenía que realizar—Akerlof se dio cuenta de que este fenómeno, más allá de ser un mal hábito, sobrepasaba los límites de la racionalidad 1.
Según los académicos, la procrastinación tiene lugar, no cuando decides dejar algo para mañana (esperar no es procrastinar), sino cuando lo haces a sabiendas de que será perjudicial y va contra ti mismo. Ahí está el punto de irracionalidad. Procrastinar incide negativamente en nuestra moral y genera frustración, debido a la acumulación de tareas pendientes. Aumenta nuestros niveles de insatisfacción y estrés y, en última instancia, no nos hace más felices.
Es curioso como ni la inteligencia ni el nivel de estudios o conocimientos de las personas son factores determinantes para procrastinar menos. Desde un punto de vista económico, se percibe un beneficio muy superior en hacer las tareas de hoy, lo que nos lleva a posponer las tareas del futuro una y otra vez, hasta que es demasiado tarde. Dicho de otro modo, parece ser que la causa principal está en una tendencia social reciente a prestar más atención a aquello que es actual, vigente.
Normalmente pasamos por tres etapas cada vez que procrastinamos una tarea importante: primero sentimos incomodidad porque en el fondo sabemos que deberíamos hacer eso que estamos aplazando, después pasamos a ocuparnos de otras tareas menos importantes pero más sencillas o apetecibles para compensar esa sensación de incomodidad y, por último, buscamos la manera de justificarnos a nosotros mismos lo que hemos hecho.
Cada decisión incorrecta—cada vez que elegimos aplazar—supone una pequeña pérdida (en términos generales, no sólo económicos), pero la acumulación de estos errores en el tiempo pueden suponer grandes pérdidas al final. Y las consecuencias pueden ser muy importantes. Akerlof muestra varios ejemplos significativos: personas que viven su vejez en la pobreza porque pospusieron ahorrar en su momento, personas con problemas y enfermedades por abuso de sustancias que no supieron dejar, y empresas que fracasan porque los proyectos ni se empiezan si se terminan cuando es debido.
Se trata de un debate abierto y un tanto controvertido. Hay opiniones para todos los gustos e incluso hay quien no lo percibe como algo negativo. En mi opinión, la procrastinación es uno de los enemigos más importantes de la productividad personal, y una persona que procrastina las cosas importantes de manera habitual, aunque sea en favor de otras cosas, pierde la oportunidad de lograr grandes cosas.
1 The New Yorker: Later. What does procrastination tell us about ourselves?
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