Cómo gestionar tu energía para ser más productivo

El otro día quedé con un amigo para tomar un café. Una vez terminado el café, decidimos dar un paseo para continuar la conversación un rato más. Mala idea, el sol era abrasador y la temperatura rondaba los 30ºC. Me despedí y volví a mi casa para continuar con el trabajo que tenía previsto hacer esa tarde. Imposible. No tardé ni cinco minutos en darme cuenta de que, el cada vez más intenso dolor de cabeza provocado por la insolación, no me iba a permitir concentrarme en lo que tenía que hacer durante un buen rato.

¿Estaba la tarde perdida? No, no podía hacer nada que requiriese un esfuerzo alto de concentración o creatividad, pero podía hacer otras cosas. Podía tumbarme en el sofá y leer tranquilamente unos artículos que tenía pendientes sobre marketing. Eso hice. Podía ir a comprar cierto material de oficina que necesitaba. También lo hice.

En términos de productividad, la tarde fue igual de buena que si hubiera hecho lo que tenía previsto hacer. Al fin y al cabo, hice cosas que, de todas formas, tendría que haber hecho en otros momentos.

En GTD, uno de los criterios que utilizas para decidir cuál va a ser tu siguiente acción es tu nivel de energía, en su sentido más amplio. A veces, tu estado de ánimo puede determinar tu nivel de energía. ¿Qué no te encuentras al 100% para hacer una tarea concreta? No hay problema, seguro que hay otras cosas que puedes hacer estando al 50%.

Es fácil utilizar este factor a tu favor cuando trabajas por tu cuenta. El problema se produce cuando eres un empleado en una empresa. ¿Va a entender tu jefe que estar tumbado leyendo unos artículos es lo más productivo que puedes hacer en este momento? Probablemente no.

Hoy en día se produce habitualmente la siguiente situación: A medida que nuestro trabajo exige más responsabilidad, necesitamos dedicar más horas para satisfacer su demanda, para ser productivos. Paradójicamente, este aumento de horas en el trabajo lleva a que nos estresemos más, nos distraigamos más, nuestro compromiso con el trabajo disminuya y, en entornos corporativos, aumente la rotación de empleados y las bajas médicas.

En una palabra, hacer más horas termina reduciendo la productividad. Por no hablar de las consecuencias a nivel físico, mental y emocional, que eso conlleva cuando se convierte en una práctica habitual.

Por lo tanto, trabajar más horas no es la solución. Para ser más eficientes, para obtener un nivel de productividad óptimo, siempre deberíamos trabajar de acuerdo a nuestro nivel de energía. La energía es, por definición, nuestra capacidad de trabajar.

Lógicamente, para que esto suceda, las empresas deben mirar a los empleados de otra manera. No como alguien a quien hay que explotar, sino como alguien a quien hay que motivar para que dé lo mejor de sí.

La energía va disminuyendo a medida que la utilizamos, pero puede renovarse de manera sistemática realizando determinados rituales. Puesto que la energía se produce en función del estado tu cuerpo, tu mente y tus emociones, hay unas cuantas cosas que puedes hacer para gestionarla mejor:

• Rompe tu sesiones de trabajo en bloques de 90-120 minutos, separados por descansos de 15-30. Tienes que descansar para renovar la energía.
• Mantén tu espacio de trabajo confortable, limpio, ordenado, correctamente aclimatado y bien iluminado.
• Haz ejercicio habitualmente. ¿Hace falta comentar esto?
• Duerme bien. Elimina todas las posibles distracciones de tu sueño y establece un horario estricto.
• Come de manera saludable. Necesitas comer para mantener la energía, pero no toda la comida es igual de buena. Come alimentos con un bajo índice glucémico, proteínas magras, frutas y vegetales. Bebe mucha agua a lo largo del día.
• Crea situaciones emocionales positivas. Haz cosas que te gustan y te animan. Pasa algo de tiempo con tus amigos, ve al cine o visita un museo.
• Busca sintonía con tu interior. Prueba la meditación o el yoga. Escribir un diario también es una buena idea.